En un pueblo, había un
matrimonio ya mayores y un día, se enfadaron porque el marido estaba
aburrido de vivir con ella. Al día siguiente, se lió la manta a la
cabeza y cogió el camino y se marcho de la casa. Andando,
andando,llegó al pueblo mas cercano y a la entrada, vió todas las
puerta cerradas, menos una, que, se abrió un poco y sintió que lo
llamaban: Señor, Señor, pase aquí que hay una cacaruca que nos
tiene aburridos y como ve, se nos tira a los ojos, entonces, vió
pasar un pavo poseído y dijo ésta es la cacaruca, que me dan, por
matarla ,dejadme un hacha y se fué hacia el pavo y le cortó la
cabeza y por ello, le dieron mucho dinero,después, y por fin, todos
abrieron sus puertas y salió todo el pueblo a la calle, diciendo:
este hombre es Dios, pobre señor, dijo válgame con lo que yo me he
dejado en mi casa y mira lo que me encuentro, más vale que me vaya
de aquí y se puso a andar otra vez, y a lo lejos ,vió otro pueblo y
cuando llegó a la plaza pregunto:¿ que pasa aquí? y contestaron
todos sus habitantes, que hay una boda y se nos presenta un grave
problema ya que tienen que contarles al burro las patas, o a la
novia, la cabeza, pues no entran por el umbral de la puerta de la
Iglesia. El pobre señor, dice: que problemas me pasan a mi, y
cogiendo un palo, le dijo a la novia, tú, primero, agacha la cabeza,
y a continuación, utilizó el astil sobre el lomo del asno, por lo
que al recibir éste ,ese varazo, el animal emprendió una veloz
carrera y llegó al Altar Mayor, donde ya estaba esperando el
novio.Todo el pueblo les decían quédate aquí con nosotros, porque
contigo estamos salvados, pues te repetimos que tú, eres Dios y
siempre todo estará solucionado; sin embargo, él, no aceptó la
invitación y decidió, regresar a su casa. Cuando llegó, se
encontró a su mujer que había echado gran cantidad de agua sobre
una artesa, con el propósito de llenarla y que le sirviera de barca,
ésta se paseaba de un lado para otro, todo nerviosa y viendo la
forma de introducirse en la misma. Ante éste panorama y con las
manos en la cabeza, no se cansaba de repetir, otra vez más: Señor,
Señor, que cosas me pasan a mí yella diciendo diciendo: desde
luego, estoy convencida de que si no me embarco, no vienes.
Finalmente, hicieron las paces, continuaron su matrimonio unidos,
fueron felices y comieron perdices.
Y así terminó
ésta Historia.
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