jueves, 24 de mayo de 2012

CUENTOS POPULARES

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En un pueblo, había un matrimonio ya mayores y un día, se enfadaron porque el marido estaba aburrido de vivir con ella. Al día siguiente, se lió la manta a la cabeza y cogió el camino y se marcho de la casa. Andando, andando,llegó al pueblo mas cercano y a la entrada, vió todas las puerta cerradas, menos una, que, se abrió un poco y sintió que lo llamaban: Señor, Señor, pase aquí que hay una cacaruca que nos tiene aburridos y como ve, se nos tira a los ojos, entonces, vió pasar un pavo poseído y dijo ésta es la cacaruca, que me dan, por matarla ,dejadme un hacha y se fué hacia el pavo y le cortó la cabeza y por ello, le dieron mucho dinero,después, y por fin, todos abrieron sus puertas y salió todo el pueblo a la calle, diciendo: este hombre es Dios, pobre señor, dijo válgame con lo que yo me he dejado en mi casa y mira lo que me encuentro, más vale que me vaya de aquí y se puso a andar otra vez, y a lo lejos ,vió otro pueblo y cuando llegó a la plaza pregunto:¿ que pasa aquí? y contestaron todos sus habitantes, que hay una boda y se nos presenta un grave problema ya que tienen que contarles al burro las patas, o a la novia, la cabeza, pues no entran por el umbral de la puerta de la Iglesia. El pobre señor, dice: que problemas me pasan a mi, y cogiendo un palo, le dijo a la novia, tú, primero, agacha la cabeza, y a continuación, utilizó el astil sobre el lomo del asno, por lo que al recibir éste ,ese varazo, el animal emprendió una veloz carrera y llegó al Altar Mayor, donde ya estaba esperando el novio.Todo el pueblo les decían quédate aquí con nosotros, porque contigo estamos salvados, pues te repetimos que tú, eres Dios y siempre todo estará solucionado; sin embargo, él, no aceptó la invitación y decidió, regresar a su casa. Cuando llegó, se encontró a su mujer que había echado gran cantidad de agua sobre una artesa, con el propósito de llenarla y que le sirviera de barca, ésta se paseaba de un lado para otro, todo nerviosa y viendo la forma de introducirse en la misma. Ante éste panorama y con las manos en la cabeza, no se cansaba de repetir, otra vez más: Señor, Señor, que cosas me pasan a mí yella diciendo diciendo: desde luego, estoy convencida de que si no me embarco, no vienes. Finalmente, hicieron las paces, continuaron su matrimonio unidos, fueron felices y comieron perdices.

Y así terminó ésta Historia.

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